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Reflexiones desde la terracita: la decadencia de Donostia

En las idílicas playas de Donosti, donde antaño se escuchaba el suave murmullo de las olas y el graznido de las gaviotas, hoy reina un nuevo sonido: el estruendo de altavoces portátiles y las risas estridentes de turistas que han decidido que la elegancia es cosa del pasado.

En un rincón de la playa de La Concha, un grupo de jóvenes ha montado su propio chiringuito improvisado. Con sombrillas de colores chillones y toallas de influencers varios, han transformado la arena dorada en un festival del mal gusto. La música reguetón resuena a todo volumen, ahogando cualquier intento de conversación civilizada.

No muy lejos de allí, una familia ha decidido que la playa es el lugar perfecto para una barbacoa. El aroma de las sardinas asadas se mezcla con el olor a coco del protector solar, creando una combinación olfativa que haría palidecer a cualquier chef de alta cocina. Los niños corren descalzos, dejando un rastro de arena y migas de pan a su paso, para deleite de las gaviotas, mientras los padres discuten acaloradamente sobre la mejor manera de abrir las cervecitas.

De esta manera, entre selfies interminables y conversaciones a gritos por teléfono, la playa de Donosti ha perdido su antiguo encanto. Los locales observan con resignación desde la distancia, recordando con nostalgia los días en que la vulgaridad no había invadido su pequeño paraíso costero.

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