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Reflexiones desde la terracita: Ragnahilda Vanidosa

Esta es una historia real. Los acontecimientos descritos en este relato ocurrieron en Madrid en 2019. A petición de los supervivientes, los nombres han sido cambiados. Por respeto a los muertos, el resto se ha relatado tal como ocurrió.

Érase una vez una mujer llamada Ragnahilda Vanidosa, una política con un ego tan grande que su sombra tenía su propio séquito de asesores. Ragnahilda se pavoneaba por los pasillos del Congreso, ondeando su bufanda de “Yo soy la mejor” y repartiendo autógrafos hasta a los fotocopiadores.

Su oficina estaba decorada con retratos de sí misma enmarcados en oro. Había un mural gigante en la pared con la inscripción: “Ragnahilda Vanidosa, la única voz sensata en este mundo caótico”. Incluso su silla giratoria tenía bordado su nombre en hilo dorado.

Ragnahilda tenía una habilidad especial: podía absorber elogios y aplausos como una esponja. En cada discurso, se refería a sí misma en tercera persona: “Ragnahilda cree que deberíamos aumentar los impuestos”, decía, mientras su ego se inflaba como un globo.

Un día, durante un debate en el Parlamento, Ragnahilda notó algo extraño. Su sombra se movía de manera independiente. “¿Qué estás haciendo?”, le preguntó Ragnahilda a su sombra. “¿Por qué te estás separando de mí?”. Pero su sombra solo sonrió y dijo: “Ragnahilda, necesito espacio para crecer”.

La sombra de Ragnahilda comenzó a absorber todo a su alrededor. Los micrófonos, las sillas, los documentos legislativos… todo desaparecía en su oscuridad. Ragnahilda intentó detenerla, pero su sombra se había vuelto insaciable.

Pronto, la sombra de Ragnahilda se convirtió en una entidad independiente. Tenía su propio séquito de asesores y su propio escaño en el Congreso. “¿Quién necesita a Ragnahilda?”, decía su sombra. “Yo soy la verdadera líder aquí”.

Ragnahilda se encontró sola en su oficina, rodeada de paredes vacías. Su sombra había absorbido incluso su bufanda de “Yo soy la mejor”. Ragnahilda intentó recuperar su ego, pero ya no quedaba nada.

Y así, la sombra de Ragnahilda se convirtió en la nueva estrella de la política. Los periódicos la elogiaban como “La Sombra Sensata”. La gente la seguía en Twitter y asistía a sus mítines. Ragnahilda, por otro lado, se retiró a una cabaña en el bosque, donde rumiaba sobre la ironía de su destino.

 

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