Aker

Reflexiones desde la terracita: deontología en España

En un rincón oscuro de la redacción, Carlos, un joven periodista, se enfrentaba a una encrucijada moral. El olor a tinta y café impregnaba el aire, pero no lograba disipar la nube de dudas que se cernía sobre él.

Había ingresado al mundo del periodismo con la ilusión de ser un guardián de la verdad, un contador de historias que sacudirían conciencias y cambiarían realidades. Sin embargo, pronto descubrió que la realidad era más turbia de lo que imaginaba.

Los titulares sensacionalistas dominaban las portadas. Las noticias se convertían en mercancía, y la ética quedaba relegada a un segundo plano. Los intereses económicos y políticos tejían una telaraña en la que los periodistas quedaban atrapados.

María, su compañera de trabajo, lo miraba con ojos cansados. Ella había sido testigo de cómo la presión editorial deformaba la verdad. “Carlos, ¿recuerdas cuando éramos idealistas?”, susurró. “Ahora somos cómplices de una maquinaria que manipula la información”.

El caso más reciente había sido el de M. RajoIA, un político corrupto. Las pruebas eran contundentes, pero el periódico decidió minimizar la noticia para no afectar a sus anunciantes. Carlos se sentía atrapado entre su deber profesional y su conciencia.

Una noche, mientras investigaba un escándalo de corrupción, encontró una carta anónima en su escritorio. “La verdad está en tus manos”, decía. Carlos sabía que revelarla podría costarle su carrera, pero también sabía que era su deber.

El día siguiente, el periódico publicó una versión edulcorada de la historia. Carlos, con el corazón en un puño, escribió su propio artículo. Reveló los nombres, los sobornos y las conexiones ocultas. La redacción quedó en silencio.

El director lo llamó a su despacho. “Carlos, has cruzado una línea”, dijo con voz fría. “El periodismo no es solo sobre la verdad, sino también sobre la conveniencia”. Carlos se levantó, miró al director P. J. a los ojos y respondió: “Prefiero ser un periodista sin empleo que un cómplice sin alma”.

 

El código deontológico del periodista es un documento que recopila los fundamentos generales que regulan el comportamiento de los informadores. El contenido de este código tiene como objetivo mejorar el tratamiento informativo de algunas de las cuestiones sociales de mayor actualidad. Las recomendaciones que desarrolla en su interior deben ser puestas en práctica no solo por los profesionales de los medios, sino paralelamente, por los estudiantes de comunicación que serán los que ocupen dichos puestos el día de mañana. De este modo, los pupilos deben asimilarlos como eficientes y útiles, especialmente porque en el mundo laboral del periodismo no tiene cabida el informador que no respete el código deontológico, que engloba lo siguiente:

  • El respeto a la verdad.

  • Estar abierto a la investigación de los hechos.

  • Perseguir la objetividad aunque se sepa inaccesible.

  • Contrastar los datos con cuantas fuentes periodísticas sean precisas.

  • Diferenciar con claridad entre información y opinión.

  • Enfrentar, cuando existan, las versiones sobre un hecho.

Homenaje a las víctimas de 20 años de infamia.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.